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tiguo que algunos; ,que al que le pare– ciese otra cosa, Jo ag1wrdaba en Santa Catalina para matarme ,con él; y cami– nando hacia el puesto señalado, viJ10 un ayudante, llamándome de parte ,del du– que. Volví y m~ndóme traer una U:cen– cia d_el señor Juan Ruiz de Contreras, a cuyas órdenes estaba, y traída, me die– ron la orden de lo que había de hacer, y en particular que, con mi buena. for-. tuna, Dios ·meqiante,_ rn_etiese aquel so– corro o me d_ejase hacer pedazos. "Partí y medí el .tiempo, que hay 42 leguas, de suerte que amaneciera en me– dio de los 28 · bajeles. Tuve tan buen' tiempo, que como lo. pensé sucedió. Juz-, gué que la armada del enemigo había de _estar fondeada a una legua .de tierra, por lo menos, para estar lejos de la ar– tillería, y porque aq·uella barra es brav~t y ,levanta tantos golpes de mar, que a la legua que yo digo comienzan a hacer es-: cala; y hallándome al amanecer en medio qe ,ellos, !seguía mi camino hacia aden-– tro, que las escalas de los golpes de mar: me iban entrando, y .si. alguno se deter-.
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