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co, ieonsíderado -como santo por !los indí– genas... ¿Se trataba de la Virgen del Perpetuo Socorro, quizá? De lo que no hay dudas es de que don Alonso rezó ante la ima– gen y ,de qu_e puso, como los demás, en el altar su ofrenda. Solí:;t estar ardiendo noche y día la lámpara de la Virgen "sin haber alma en la isla". Las limosnas depositada3 so– bre el altar y el sepulcro d_el morabito eran destinadas a los esclavos fugitivos de ambas religiones, cristiana y turca, que desde la isla esperaban el paso de algún bajel amigo que los !Levara. Des~ de la torre oteaban el horizonte, y cuan– do veían acercarse las nav.es esperaban oír por la noche, emboscados, el lengua– je de sus hombres para saber si podían o no entregarse a ellos. Nadie osó mm– ca apoderarse de aqüellas vituallas de– positadas con el ánimo de que sirvieran al bien del desgraciado que las necesr– tara. La Virgen no consentía que fueran tocadas por nadie; el que tal hacía ya podía prepararse a no ver salir su bajel 30
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