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62 EUSEBIO GARCJA DJD PIDSQUERA Por la noche, concentrados los miles de peregrinos en la explanada, hubo rosario solemne. Después. procesión de antorchas. Impresionaba contemplar aquel caudal de luces en marcha, bajo el cielo oscuro y el resonar de los cantos. Y no era difícil asociar aquello con el espectáculo ima– ginado de nuestra gran «concentración» ante Cristo, cuando llegue de verdad el Fin: la jornada consumato– ria de la Historia. Cuidadosamente separados estaremos entonces unos de otros: los equivocados, de los que tuvieron acierto; los que creyeron, de los que se «aprovecharon». La Humanidad entera aguardará del Señor y Juez, la pa– labra definitiva sobre toda su aventura. Y la palabra será pronuciada; y después de ella, el último movimiento de la Historia: doble desfile; por un lado, en una dirección, los VICTORIOSOS, con los can– tos y las luces que fueron encendiendo a tiempo su fe y esperanza; por otro lado, en otra dirección, los FRACASADOS, los que no amaron a tiempo la luz, y quedan ya ¡para siempre! a oscuras y sin horizonte. * * * Al día siguiente, de mañana, celebré de nuevo la misa en la basílica. Para dar gracias después, subí a una especie de galería, que tiene una serie de altares puestos a la pared y da por el otro lado, como un bal– cón corrido, sobre la nave central.

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