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52 EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA dura sin cesar en la economía de la Gracia... hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida Ella en el cielo, no dejó su oficio salva– dor, sino que continúa alcanzándonos, por su múltiple intercesión, los dones de la salvación eterna. «Con amor materno cuida de los «hermanos» de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y an– gustias, y han de luchar contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz ... «Esta verdad proporciona el máximo consuelo, y es parte complementaria del Misterio de la Salud huma– na. Por lo cual ha de ser creída por todos los cris– tianos.» Al Hijo primero, Jesús, le dio Ella a luz entre go– zos; para llegar a ser Madre de los demás, hubo de pa– sar por terribles sufrimientos: somos hijos de sus Do– lores; somos los hijos del Calvario. Sin duda, también por su primer Hijo hubo de su– frir, y mucho, más que ninguna otra madre; pero sólo a causa de El, nunca por culpa de El. En cambio, por lo que se refiere a nosotros, ha conocido todo dolor: ha sufrido por nuestra causa y ha sufrido por nuestra culpa. Y su maternidad ha quedado marcada de una espe– cial solicitud por los más desventurados: ya en dimen– sión espiritual (los pecadores), ya en dimensión de «suerte» en la vida (los que saben de tribulación).

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