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50 J<JUSEBIO GARCIA DE PESQUERA 111. la subida. No la llamamos «ascensión» como en el caso de Jesús, porque esa palabra indica un subir por propia cuenta y facultad; decimos «asunción» (del verbo latino 'assumere', tomar) para dar a entender que la subida de María a los cielos en cuerpo y alma no fue obra propiamente suya, sino del poder de Dios que así la quiso llevar. Hay un dato histórico a favor de esta partida total de María: el de que jamás en la Iglesia se ha hablado de reliquias que nos hayan quedado de su cuerpo ... Esto, si tenemos en cuenta la santa avidez con que desde los primeros tiempos se han guardado y vene– rado las reliquias de mártires y santos, nos dice, no mucho, sino muchísimo. «Hecha semejante a su Hijo en el resucitar de en– tre los muertos -nos dice el Credo de Pablo VI-, re– cibió por anticipado el destino o suerte de todos los justos». ·lf ·lf ·lf Desde eso que Ella ya logró por anticipado, nos ani– ma a todos los que aún debemos esperar... «Glorificada ya en los cielos, precede en la tierra con su luz al pe– regrinante Pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue (para todos) el Día del Señor» ('Lumen gentium', n. 0 68).

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