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40 EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA extrañadamente corta, pero que contará siempre a la cabeza de las palabras más logradas, más sustanciales y más para no olvidar, que se hayan dicho a los hom– bres: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre noso– tros» (Jn 1,14). * * * La anécdota de ese acontecimiento, increíble, el más importante de cuantos hayan ocurrido y puedan ocurrir, está para nuestra información en el capítulo 1. 0 del evangelio según San tucas; para entrar en su cate– goría deberemos acudir además, a bastantes otros tex– tos, y tratar de entenderlos con mucho de meditación. En seguida veremos con suficiente claridad, que Dios es quien lleva la iniciativa y la dirección en la gran Obra; pero no está El solo... Ha querido necesitar de una estrecha colaboración, la de cierta criatura, que El mismo se ha elegido y cuidadosamente preparado; ella responde admirablemente, y por eso será ya para siempre la mujer «bendita entre todas las mujeres». Pero en aquel gran momento, ella vive en el pueblo de Nazaret como una muchachita de tantas: nadie la conoce fuera del lugar, y allí mismo no es gran cosa lo que significa, quizá no significa nada para muchos ... ¡Qué «caminos» más extraños los del Señor! De las últimas en el mundo, ante los ojos de todos o casi todos, para Dios es, sin embargo, iY a qué dis– tancia de las demás!, la primera. No tanto por lo que «hace» -que es poco más o menos lo de otras mu– chas-, cuanto por lo que «es». El valor decisivo lo lle-
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