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¿QUIEN ES ELLA? 37 para su divina maternidad, y que se le ayudó a fondo para vivirla... Pero ¡cuidado con pensar que en Ella todo fue RE– CIBIR, y que así, cualquiera! Recibió como nadie, indudablemente; pero cooperó también como nadie. Y esto fue mérito suyo. El recibir no lo da todo hecho: por encima de casi todos recibió Lucifer, y ¡cómo cayó!; asombrosamente recibieron los ángeles, y ¡en qué han parado muchos! En los planes divinos, el recibir exige siempre una contrapartida: el dar, el corresponder... María antecedió a todos por la gracia recibida; pero también se puso delante de tocios por su buena dispo– sición y fideHsima correspondencia a esa gracia. Por eso, Ella, la criatura sin par, estará siempre de– lante de nosotros: para servirnos, sí, de admiración; pero no menos, para servirnos ele lección. La LECCION de María abarca innumerables puntos, que ni siquiera pueden indicarse aquí. Pero creo que debemos centrarnos en lo que debió ser la raíz y ex– plicación de todo lo ocurrido en Ella: su inmejorable disposición ínti'¡na hacia Dios. Una disposición que irradiaba en dos actitudes: actitud de ENTREGA total al querer divino,
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