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UN I CA Llegamos ya a uno de los más bellos «artículos» de la fe mariana: «Creemos que M:arí:a aventaja con mucho a todas las demás criaturas e!1l dones de Gracia». ¡Ya es decir! Porque, ¡cuidado que ha habido entre los hombres seres de excepción en punto de belleza moral!: criaturas en quienes se ha cumplido a maravi– lla eso que tanto proclama la auténtica Teología: «La Gracia no anula, sino que perfecciona o complementa a la Naturaleza». Pues bien, todas esas criaturas juntas no le llegan, ni con mucho, a aquella hija de Nazaret que empezó la pequeña historia de su vida como una niña o mucha– chita cualquiera. * * * Esto que decimos ahora, es consecuencia de lo que ya se ha dicho antes: que María fue preparada a fondo