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¿QUIEN ES ELLA? 29 Casa de Jacob para siempre ... », asoció inmediatamente Ella lo del «Siervo de Yahvé», según la estremecedora profecía de lsaías: «Triturado por nuestras culpas, hu– millado hasta ser el desecho del pueblo, uno del que todos se avergüenzan». Si su prima Isabel la felicita entusiásticamente: «¿De dónde a mí, que la Madre de mi Señor venga a verme? ¡ Bienaventurada tú ... !», pronto el anciano Si– meón le dará la réplica: «Puesto está este niño para ser signo de contradicción ... Por causa de él tu misma alma irá siendo traspasada por una espada de dolor.» Si tiene el inefable consuelo de ver cómo Jesús crece a su lado, en la más hermosa intimidad de vida con Ella, tiene también el dolor de sentir que aquel Hijo, en bastantes aspectos, se va independizando y alejando, porque no es posible que el inmenso misterio de Dios se encierre en el horizonte de una criatura, por muy excepcional que sea. Siempre así en su vida, entreverados hasta lo indeci– ble, los misterios de Gozo y de Dolor. No cabe duda: su singularísima Maternidad fue pa– ra María continua causa de goces sin par y de sufri– mientos como no ha habido otros. Por eso, si hay que llamarla «Bienaventurada entre todas las mujeres», con no menor razón hay que reconocerla «Dolorida entre todas las madres». Quien enseno a la Iglesia a invocar a María, po– niéndole delante la realidad de «este valle de lágrimas», tuvo un maravilloso acierto, pues de esa realidad en– tiende Ella como nadie.

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