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LA LIMPIEZA TIIENIE ENEMIGOS El primer artículo del Credo del Pueblo de Dios so– bre María nos dice que Ella «floreció siempre con el honor de la Virginidad». De ahí resulta clarísimo el aprecio de Dios por un estilo de vida -en plenitud de castidad- que confie– re al ser humano el más acabado brillo de limpieza ante sus ojos. La Iglesia tenía que ponerse forzosamente en esa línea de preferencias divinas, y así, frente a la diversa estimativa del mundo y el desarreglo de tantas pasio– nes, ha venido manifestando Ella una soberana estima por cuanto reflejara en las almas aquel estilo de vida "pura» que tanto brilló en la mujer tipo de toda eleva– ción humana. Pero «el sentir de la Iglesia» bien puede -ya lo hemos dicho- no ser el de todos en la Iglesia...

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