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¿QUIEN ES ELLA? 21 tonizan fácilmente con nuestra razón, ni fácilmente se entienden; aunque puede llegarse a una conveniente captación de las mismas, a través de las buenas dispo– siciones del espíritu y por la vía de ilustrarlas con ciertas referencias o símiles. Por ej., aquél del viejo catecismo, que explicaba cómo Jesús pudo salir mila– grosamente del seno materno: «a la manera del rayo de sol, que pasa por un cristal sin romperlo ni man– charlo". De todo esto que nuestra Fe dice em término acerca de la Mujer «cuyo nombre era María", resulta clarísimo: El APRECIO de Dios por la castidad virginal, pues quiso así, precisamente así, en tal castidad, a la cria– tura que más le interesaba, a la que más amaba, la escogida entre todas ... ; y el APRECIO de esa misma criatura por dicho es– tilo de vida virginal, como si encontrara ahí el cauce verdaderamente apropiado para hacer realidad su anhelo de plena e indivisa entrega a El. De donde tenía que derivarse el sumo APRECIO de la Iglesia hacia semejante tenor de vida, pese a la con– traria estimativa del mundo y al corriente desenfreno de las pasiones en el hombre. Pero el sentir de la Iglesia, bien puede no ser el de todos en la Iglesia... Vamos a verlo.

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