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¡,QUIEN ES rur~LA? 9 Si ahora estamos viviendo uno de los momentos más apasionantes de ésta -y yo creo, además, que de– cisivo-, me parece obligado volver con mucha aten– ción los ojos hacia tal Mujer. ¿Qué piensan los hombres de Ella? En momento crítico para su vida y obra, lanzó Je– sús una pregunta clave a los pocos que no le habían fa– llado: «¿Quién dicen los hombres, por ahí, que es el Hijo del hombre? ... Vosotros mismos, ¿quién decís que soy yo?» En nuevo momento crítico para la Obra de Jesús, que es su Iglesia, en este momento que vivimos, creo yo necesario lanzar a la cara de los hombres otra pregun– ta muy relacionada con aquella: ¿Qué sentís, qué pen– sáis, qué decís acerca de la Mujer cuyo nombre era María? Hasta hace bien poco, en el seno de la Iglesia Ca– tólica no había por qué hacer tal pregunta, pues el sen– tir, el pensar y el decir era unánime, en este punto como en tantos otros. Mas por los días del Concilio Vaticano II apareció claro que se estaba perdiendo la unanimidad... La cosa empezó, como tantas otras veces, por los «pensadores»; en este caso, por los teólogos. Porque «siempre es de la región de las id·eas, de donde par– ten ... »

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