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Pero, con ser ésa tan llamativa y externa, no .constituye la principia! manifestación de la de– voción a Jesús ni tampoco es su floración más práctica. Como ya escribía muy acertadamente el cronista, hablando del primer viernes de marzo de 1900, «el fruto principal lo notamos en la multitud de confesiones y Comuniones, desde la madrugada hasta el mediodía». Y eso que es lo más íntimo y apreciable en una devo– ción, es por fortuna lo que en ésta de Jesús se encuentra y se patentiza fácilmente. También antes, pero de modo particular desde la inaugu– ración de la nueva iglesia, se cuentan por mi– llares las confesiones y Comuniones que no en uno, sino en todos los viernes del año, se distri– buyen: son dos mil, tres mil, cuatro mil, hasta seis mil las que se han dado en muchos vien1es. Y no decimos nada del primer viernes de mar– zo, en que esas cifras han ido subiendo hasta llegar, según las últimas estadísticas, a más de veinte mil. Fruto también de esa devoción son los cente– nares de confesiones que a diario se tienen, y muy particularmente los viernes. Y dejamos aparte la multitud de conversiones que de con– tinuo opera Jesús Nazareno en las almas. En esto bien pudiéramos repetir las palabras que ya consignó en 1705 uno de los más entusiastas propagandistas de esta devoción, y que, a nues– tro juicio, resumen su historia hasta el presente: «Resplandece con especialidad en trocar cora- - 84 -
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