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ción dé principio a las siete de la mañana y se prolongue todo el día, hasta casi las doce de. la noche. Muy particularmente concurridos han sido siempre los primeros viernes de marzo. Ya en 1900 se decía que «desde antes de las seis de la mañana hasta las ocho de la noche, la iglesia, con el patio, estuvo enteramente llena de gente, y millares de fieles desfilaron y besaron la ve– nerada imagen». Ese número se calculaba en 1907 que pasaría de veinte mil. Mas, a medida que van pasando los años, se ven esos primeros viernes de marzo más y más concurridos. Ya se hace necesario que la adoración se inicie a las doce de la noche del jueves al viernes y se prolongue incluso hasta las dos de la mañana del sábado. Y ahora no son ya veinte mil las personas que pasan a adorar a la imagen: se calculan muy aproximadamente unas cuarenta y cinco mil, siendo incomparablemente mucho mayor el número de aquellas que se contentan con dirigir sus oraciones desde la iglesia sin poder acercarse al Nazareno. Las «colas» interminables de fieles que ese día se forman ante la iglesia, se han hecho ya célebres en toda España y aun en el extranjero; en ellas esperan pacientemente su hora de ado– ración los madrileños, muchos devotos de la provincia, también gran número de personas venidas de distintas ciudades y pueblos de Es– paña y aun de fuera. - 83 -

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