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columnio estaba colocada la imagen de Jesús. Los fieles podían subir a adorarla fácilmente por una escalera interior que daba acceso al camarín, en el que había altar para poder decir misa; se daba vuelta a la imagen y, así cómoda– mente, podían los fieles satisfacer su devoción imprimiendo un fervoroso beso en los pies del Nazareno. En esa capilla, ya que otro nombre no mere– cía, pues sus reducidas dimensiones eran de so– los 15 metros de larga por siete de ancha, había también varios altares dedicados a la Sagrada Familia, a la Virgen de la Divina Providencia, a la Inmaculada; en otros se guardaban cuida– dosamente las reliquias de San Francisco de Borja, encerradas en rica urna de plata que pesaba varias arrobas. Mas, como siempre, lo que allí más llamaba la atención del visitante era sin duda alguna la imagen de Jesús. Su culto había decaído bas– tante por estas fechas que historiamos, es decir, cuando a los Capuchinos les fue entregada la capilla con todo cuanto en ella se encerraba. Según afirmación de testigos presenciales, eran muy pocos los fieles que acudían diariamente a ella a oír Misa que decía el capellán encar– gado. Ese culto aumentaba un poco los viernes, en los que solamente un centenar de personas, poco más o menos, subían a besar el pie de Jesús, viéndose más concurridos los primeros viernes de mes, y muy particularmente el pri- -74-

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