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de la corte también era obstáculo para remo– verla por ahora del templo en que se halla», es decir, retirarla de su capilla. Para fomentarla se tenían todos los viernes del año cultos especiales, encaminados particu– larmente a desagraviar al Redentor de los ul– trajes recibidos de los moros; se exponía en su capilla y altar el Santísimo Sacramento «con gran concurso y consuelo de sus devotos», y en los de Cuaresma se tenía además solemne Mise– rere y sermón. En el mes de septiembre, co– menzando regularmente el primero, se tenían «tres días de gran solemnidad y fiesta a Jesús Nazareno», predicando en ellos elocuentes ora– dores, y a partir de mediados del siglo XVIII «se celebraban nueve: días de solemnísimas fiestas", a cuyo esplendor se procuraba concurriesen los reyes. No faltaba tampoco ningún año en el día d~: Viernes Santo la procesión con la imagen, que se sacaba ya desde principios del citado siglo para su mayor culto, y edificación y consuelo espiritual de los devotos. Salía de su capilla a las cinco de la mañana y debía estar ya de vuelta a las ocho, haciendo el recorrido de Ca– rrera de San Jerónimo, Cuatro Calles, Príncipe, plazuela de Antón Martín, siguiendo luego por la calle de Amor de Dios y Huertas hasta re– gresar a su capilla. Y, para que resultase más edificante y recogida, se advertía que cuantos asistiesen a ella pusiesen «todo cuidado para - 59-

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