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obrado Cristo Redentor nuestro en esta santa imagen, cautiva y rescatada, los cuales no es posible referir en esta breve historia. Baste por ahora decir que no se hallará especie de tra– bajo de que muchas veces no haya librado a sus devotos, tribulación en que no les haya dado el consuelo, ni enfermedad que con su invoca– ción no haya cesado. Resplandece con especiali– dad en trocar corazones obstinados y convertir con su vista a los pecadores más endureci– dos en sus vicios. Es voz común de sus devo– tos que sólo mirar a su Majestad, infunde gran– dísimo consuelo en las almas y siempre causa un singular temor y reverencia el ponerse a su vista, como enseña la experiencia.» Y ciertamente podemos asegurar que esas palabras condensan, a nuestro juicio, toda la historia de esta devoción, lo mismo entonces que en siglos posteriores, y hasta en nuestros días. No se en¡::ontrará en la narración de las gracias concedidas por Jesús Nazareno, ni gran– des milagros ni curaciones prodigiosas, pero sí abundancia de favores extraordinarios e inespe– rados y, sobre todo, conversiones tan frecuen– tes y asombrosas y, por otra parte, tan repenti– nas, que a veces ha bastado una mirada a Jesús, una visita a su iglesia, el rezo de un Padrenues– tro, para que corazones empedernidos hayan encontrado la gracia de la conversión y la vuel– ta al recto camino. Además: se hizo conocida y célebre esta ima -57-
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