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tenía el propio convento de Padres Trinitarios, que era el de la Encarnación, llamándose, al menos desde el primer tercio del citado siglo, de Jesús Nazareno. La mencionada capilla subsistió a las ruinas de la iglesia trinitaria e incluso a la exclaustra– ción de los religiosos en 1835, cerrándose poco después al culto al ser llevada la imagen de Jesús primero a la iglesia de Montserrat, que era la del Hospital de la Corona de Aragón, sito en la plazuela de Antón Martín, y luego a la parroquia de San Sebastián, donde estuvo has– ta 1846. En esa fecha fue devuelta a su capilla y colocada en su propio altar, cuando ya el du– que de Medinaceli, antes patrono y ahora dueño del edificio, lo había cedido a las Religiosas Concepcionistas de Caballero de Gracia en 1845. Allí estuvieron, ocupando también el convento de Trinitarios, hasta abril de 1851, en que, al hundirse el coro de la capilla, se trasladaron al palacio del duque de Osuna, en la calle de Leganitos. Poco después, el 20 de diciembre del expresado año, las Agustinas, llamadas vulgar– mente de la Magdalena, venían a ocupar el si– tio de las Concepcionistas, y allí continuaron hasta el 23 de enero de 1887, en que se trasla– daron a su nuevo convento del Beato Orozco. Tres años más tarde el extinguido convento de Trinitarios era derribado, y en 1895 la ca– pilla, con todas sus dependencias, era cedida a los Capuchinos, como más adelante diremos. -SS-
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