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puchinos y parte de su iglesia, uno y otra de reciente construcción. En ella existían a su vez muchas obras de arte, al igual que en el convento, sobre todo excelentes pinturas; tan– to, que, cuando José Bonaparte se propuso crear el Museo Nacional de Pinturas, fueron escogidos del convento de Padres Trinitarios no menos de ciento sesenta cuadros. Parecía muy natural que la imagen de Jesús Nazareno fuese colocada en el altar mayor de esa iglesia o siquiera en uno de los laterales de más bella arquitectura. Sin embargo, la devo– ción, que muy en breve tomó extraordinario auge, exigió algo más: que se levantase ex pro– feso y aparte una nueva capilla para darle cul– to especial. Así se proyectó, y no pasaron mu– chos años en darse comienzo a la obra. Se le– vantaría, como era justo, adjunta a la mencio– nada iglesia, y, para comodidad de los fieles y de los religiosos, tendría comunicación con ella. No podemos concretar la fecha en que dicha capilla comenzó a edificarse. Desde luego no fue antes del 2 de octubre de 1686, por cuanto en ese día los duques de Medinaceli, D. Juan Francisco de la Cerda y D.ª Catalina de Ara– gón y Sandoval, a la sazón también duques de Lerma, concedieron de limosna al convento de Trinitarios, y a petición suya, «un sitio de cua– renta y cuatro pies de longitud y doce pies de latitud para hacer y labrar en dicho sitio una capilla de la milagrosa imagen de Jesús Naza- - 52-

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