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rregidores madrileños, las calles de la corte se limpiaron con esmero y se adornaron con pri– mor. Las imágenes todas, portadas en andas, formaban un solemne cortejo, en que tomaron parte tanto las autoridades civiles de la villa, previamente invitadas por los Padres Trinita– rios, como asimismo las eclesiásticas, «con toda la clerecía de todas las parroquias de Madrid», el P. General de la Orden Trinitaria, otros mu– chos religiosos y tan gran cantidad de fieles, así de la villa como de los pueblos circunvecinos, que podía afirmarse fue «mayor aquel concur– so que el que hubo en la entrada de la reina nuestra señora», esposa de Carlos II. La procesión llegó a pasar por la plaza de pa– lacio, «donde estaban los reyes en público, asis– tidos de la primera Grandeza de España»; dio vuelta también por la Plaza Mayor, donde el concurso era más numeroso, «demás de infi– nito pueblo que estaba repartido por las calles». Y si en los ánimos de todos causaba gran ter– neza el ver las santas imágenes rescatadas, su– cedía esto especialmente con la de Jesús Naza– reno, «que es devotísima -acota el cronista- e iba la última bajo palio... Infundía tanta devo– ción esta santa imagen, que era rara la persona que al verla no prorrumpía en lágrimas». Pagó el Señor de contado tanta devoción, «haciendo algunos prodigios milagrosos con algunos en– fermos en el discurso de esta procesión, la cual -48 -
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