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despedirse del rey moro a primeros de mayo, camino de su libertad, le prometió «que haría la conveniencia posible en su rescate». Y cum– plió cabalmente su palabra. Apenas puso los pies en España, dirige el 7 de junio una carta al rey y otra al Consejo de Guerra, exponiendo en ellas el peligro de apostatar en que se encon– traban las mujeres y los niños, añadiendo al rey: «Lo que me toca, como Vicario de aquella iglesia, poniendo a Vuestra Majestad como mo– narca tan piadoso en consideración de aquellas criaturas y mujeres que quedan en poder del tirano al manifiesto riesgo de faltar a nuestra fe ..., suplico a Vuestra Majestad humildemente se sirva de mandar por el camino que fuere posible, se rescaten y juntamente las imágenes de la iglesia, a que estoy pronto a ir yo en per– sona, aunque sea arrastrado, por hacer este servicio a nuestro Señor y Vuestra Majestad.» Ni se dio por satisfecho con eso. Estuvo en contacto directo con los cautivos, recibiendo de ellos repetidas cartas en que le pintaban con vivos colores su estado mísero y sus horribles sufrimientos y asimismo el peligro continuo de apostatar. Movido por eso él hace lo propio con el rey y el Consejo de Guerra, escribiéndoles frecuentes cartas, desde junio a diciembre de 1681, e insistiendo siempre en la misma idea: el pronto rescate de las imágenes y de los cau– tivos por el riesgo que éstos corrían de apos- - 35 -
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