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enemigo, no cejaron nunca en sus frecuentes asaltos, que, por fortuna, fueron fácilmente re– chazados. Mas llegó un día en que el rey de Fez, Muley Ismael, se propuso dirigir contra aquella forta– leza un ataque a fondo. Estaba entonces al frente de Mámora, en calidad de gobernador, D. Juan Peñalosa y Estrada, que había llegado a dicha plaza el 3 de mayo de 1680, encontrán– dola muy desprovista de medios de defensa y necesitados de reparo sus fuertes y murallas. Además, el barco que de continuo habían tenido los españoles anclado en la desembocadura del río Sebú, y que al propio tiempo que servía de defensa, podía, en un momento de apuro, ser enviado a la Península en demanda de socorro, había sido retirado de allí. El 26 de abril de 1681, a las ocho o nueve de la noche, cuantos se encontraban dentro de los muros de la fortaleza, vieron con sorpresa cómo un ingente ejército, que no bajaba de ochenta mil hombres, se acercaba a la plaza e iba to– mando los puntos estratégicos, poniéndoles cer– co. Sus defensores eran entonces solamente 276 hombres, en su mayoría poco decididos a la pelea. En el corto tiempo de hora y media se hicieron dueños los moros de tres de los fuertes, no obstante que el gobernador y demás oficiales pelearon con valentía; y, al apoderarse de di– chos fuertes, se privó a sus defensores del agua, de modo que les fue aún más difícil sostener - 30 -

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