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en los altares fueron reemplazadas por aquellos cuadros, parte de los cuales son de asuntos franciscanos. Nada más natural y lógico que esas imágenes, retiradas ahora del culto, fuesen más tarde enviadas a otros conventos o iglesias que se hallaban de ellas necesitadas. Tenemos también sobre esto un dato concreto y seguro en lo que pasó con el convento de Ubrique al poco tiempo de su fundación (1660). Nos dice el cronista que ocho o diez años después «se trajo de nuestro convento de Sevilla, para colocarla en el altar mayor, una imagen precio– sísima de Nuestra Señora con el título de los Remedios». ¿No pudieron tener esa misma pro– cedencia aquellas imágenes de «primorosa es– cultura» que en 1665 fueron enviadas a la iglesia de los Capuchinos de Melilla por el P. Provin– cial? ¿No sería también por esos mismos años cuando la imagen de Jesús Nazareno fue llevada a Mámora? Ese es nuestro parecer, que, en vis– ta de lo expuesto, no juzgamos aventurado en manera alguna, es decir, que dicha venerada imagen, hecha en Sevilla con destino a la igle– sia de Capuchinos de aquella ciudad, fue llevada a Mámora por nuestros religiosos entre los años 1665 a 1668. -28 -

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