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puchinos, ésta había sido de los Capuchinos de Sevilla, es decir, que, antes de ser llevada a Mámora, perteneció a aquel convento capuchi– no. Consiguientemente, se debe a los célebres imagineros de la ciudad del Betis, lo cual está diciendo también a voces la misma efigie, en nuestra humilde opinión, que no es solamente nuestra, sino de otros más autorizados y que más a fondo han estudiado la escuela sevillana de escultura. Es más: quizá sea demasiado aven– turado el afirmar que su autor fue Juan de Mesa; pero, si al maestro no debe atribuirse, sí al menos a uno de sus más aventajados dis– cípulos. Rasgos sobradamente marcados de se– mejanza se advierten bien pronto entre el Jesús del Gran Poder, el Cristo del Amor y este Jesús Nazareno, sobre todo en lo duro de sus faccio– nes y en la majestad de su semblante. No podemos determinar la fecha en que fue hecha la imagen, como tampoco fijar el año en que se la llevó a Mámora. Consignamos, sin em– bargo, algunos datos que, al mismo tiempo que corroboran lo expuesto, nos pueden servir de guía para, con alguna probabilidad, concretar aproximadamente el tiempo en que los Capu– chinos la llevaron a la mencionada fortaleza. Ya apuntamos cómo los religiosos que allí prestaron sus servicios espirituales, en vista de que no se les proveía de los ornamentos, vasos sagrados, etc., necesarios para el culto de aque– lla iglesia, tuvieron que habérselas por sí mis- -26-

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