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nos, también de la provincia de Andalucía, echa– ron sobre sus hombres aquella pesada carga. Mas no fue solamente ese hecho ni cuantos luego consignaremos los que entrelazan la his– toria de Mámora con la de los Capuchinos en tierras africanas. Tan conocido y tan oficial como el nombre de Mámora fue, desde 1643, el de San Miguel de Ultramar para designar aque– lla fortaleza. Pues bien: ese segundo nombre le fue impuesto gracias a las gestiones e influen– cia de un capuchino, el V. P. Severo de Lucena, de santa memoria y ejemplarísima vida. En su deseo de que dicha plaza fuese siempre de las armas españolas, quiso el mencionado religioso se cambiase el nombre primitivo por el de San Miguel, a fin de que se tuviese al glorioso Arcángel por patrono y protector de aquella fortaleza. Para conseguirlo escribió (Granada, 9 de septiembre de 1614) a su hermano D. Se– bastián de Tobar, secretario del rey, indicándole la conveniencia de tal permuta y exponiéndole las razones que tenía para ello, con objeto de que él, a su vez, lo propusiera al rey y al Con– sejo de Guerra. Se trató efectivamente de eso el 2 de octubre, aunque no se tomó sobre ello una determinación concreta. Luego se fue de– morando hasta 1643, en que de nuevo D. Sebas– tián de Tobar presentó al rey otro memorial, en el que, al propio tiempo que exaltaba la vida y virtudes de su hermano y repetía sus deseos de que se designase la plaza de Mámora con el -15-

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