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estuvo solamente cinco años, volviendo luego a poder de los moros, que la retuvieron hasta 1614, en que fue conquistada por las armas españolas. Mámora no ofrecía en tiempos pasados la posición ventajosa y estratégica que hoy tiene, situada en el empalme de los caminos de Tán– ger, Fez, Marruecos y Mogador. No obstante fue muy codiciada su posesión, no por lo que en– tonces valiera, sino por ser refugio seguro de muchos piratas. Téngase presente que en aquel siglo xvn, el Mediterráneo, particularmente, se había conver– tido en un mar de corsarios que entorpecían grandemente, cuando no impedían en un todo, la navegación y el comercio. Lo propio, aunque en menor proporción, sucedía en el Atlántico. Aquí merodeaban a su vez piratas y musulma– nes, en decidida colaboración de los ingleses y holandeses; unos y otros se servían de las pla– zas de Marruecos para depósito de botín, en connivencia de los mercaderes moros. Por es~ motivo la corte española, dispuesta a terminar con ellos y a desalojarlos de fas costas africa– nas, después de haber tomado Larache, deter– minó asimismo, ya desde 1611, cegar el puerto de Mámora o tomarlo en definitiva y fortifi– carlo. Decidido a esto último, mandó Felipe III or– ganizar en Cádiz una fuerte armada, compuesta de más de noventa barcos, con un total de seis -9-

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