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cha ciudad, verdadera fortaleza por su situación natural y por las murallas que la circundan, ha recibido, y aún recibe con frecuencia, ambos nombres, el de Mehedía y el de Mámora. Situada en las costas del Atlántico, a 115 ki– lómetros de Larache y 25 de Salé, se halla edi– ficada en lo alto de una colina, en sitio agrada– ble y no menos pintoresco. Para llegar a ella desde el mar es preciso adentrarse más de dos kilómetros por aguas del caudaloso río Sebú, que, naciendo en las montañas de Tasa, rami– ficación del Atlas, baña por una parte la men– cionada colina antes de dar aguas al océano. El origen de Mehedía o de Mámora se debe al célebre Jacub-el-Mansur, conocido en nuestra historia con el nombre de Almanzor, quien eli– gió dicho sitio, hacia fines del siglo XII, para levantar obras de defensa, que protegiesen la entrada del río y amparasen los buques que, huyendo del mar o de los piratas, buscasen allí refugio. Bien lo podían encontrar, porque el río Sebú, a más de tener gran profundidad, ofrecía la ventaja de tener su desembocadura libre en un todo de escollos. Mámora fue conquistada en 1515 por los por– tugueses, quienes levantaron a su alrededor una muralla, flanqueada por cuatro torreones cua– drados, a modo de fuertes, quedando por la parte del río sobradamente defendida por la pendiente casi perpendicular de la colina donde se halla edificada. En manos de los portugueses -8-
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