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do. Al día siguiente acampamos en Kamá, al lado del gran salto., que tenía 50 metros de caída perpendicular y en la sequía no llevaba menos de 5 metros cúbicos de agua. Es una de las grandes y bellas caídas que puede admirar el viajero. Todas las rocas pertenecientes al gran macizo del Roraima son plutónicas o primitivas; y por eso el suelo de la Gran Sabana es refractario a las impetuosas corrientes de las grandes avenidas. El cauce de los nos no es profundo por lo qu~ los desniveles del terreno debieron ser producidos por movimientos sísmicos.. A la vez, son causa de las numerosísi:rnás y encantadoras cascadas, dondé se admira el pórfido y el jaspe de diversos y vivos colores. Allí observamos algo en que nos habíamos fijado en Camarata: que las mujeres buscaban un sitio algo distante del ocupado por Misioneros e indios; y allí, cabe el fuego, colgaban sus chinchorros. Seguimos, y a poco subimos a una gran llanura cubierta de verdor cruzada por quebraditas de frías y cristalinas aguas, en cuyos recodos había frecuentemente bosquecitos que eran menores en la parte oeste. Al este admiramos las serranías variadísimas del Irutepuy, el Wadaká -que semeja a un bolo gigantesco- y el Auyantepuy y el Roraima. Llegamos en la tarde a Saurepué, donde nos sorprendió un gran aguacero. Al escam– par en la tarde, admiramos las numerosísimas cascadas que desde las cimas de los cerros más altos se despeñaban, tomando mil formas diversas. En la mañana siguiente llegamos a Arauta Merú, último lugar donde el capitán Pablo se había establecido y donde fue enterrado el año antes de llegar los Misioneros. Allí saludamos a la viuda. Nos enseñaron varias partidas de bautismo y de matrimonios que había hecho el P. Ignacio Cary-Elwes, durante algunas excursiones llevadas a cabo por los años de 1912. Fue la siembra que estaban arrancando de raíz los adventistas venidos de la Guayana Inglesa. Había sido tan eficaz la obra del P. Ignacio que los adventistas sólo se arraiga– ron en Acurimá con los indios de Andrés, quien había venido de Guaray (Brasil) y de las cabeceras del Wairén, y en los de Luepa. En los demás persistía la memoria de la obra del P. Ignacio. que consignar un hecho que trataremos con más amplitud aaeian·te y es que los Misioneros Católicos les decían a los in.dios que esto era territorio venezolano y los adventistas que era terreno de los indios y lo podían dar a la nación que ellos quisieran. 60

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