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visitamos la estación minera., y el Lunes Santo salimos para El Dorado. Hicimos noche en Quinto-Tobaca, donde visitamos la casa de indios que había más arriba y que había sido visitada en 1919, según creo, por Mons. Nistal y el mártir P. Angel de Valdavida. Nuestra llegada a El Dorado fue un acontecimiento. Resolvimos celebrar allí los días Santos con la mayor solemni– dad posible. Improvisamos un monumento, velamos durante. el día Jueves Santo y parte de la noche. Incluso, a pesar de mi debilidad, cantamos dos días las tinieblas y logramos algunas comuniones. El comisario nos trató, lo mismo que el pueblo, como ángeles venidos del cielo. El lunes de Pascua salimos para Tumeremo y en aquella misma semana estábamos ya en Upata, dando cuenta a Monse– ñor y al Superior Regular, sobre nuestro cometido. Tuvo bastante importancia, pues aun· cuando Mundó subió antes que nosotros el Caroní, y unos años antes habían llegado allá balate– ros y un norteamericano, a quien mataron los indios en Camara– ta (esto último era lo que daba base al miedo de mi compañero) nadie había subido a Urimán; nadie había pasado a Camarata y bajado por Chinacán y el Cuyuní. La excursión había durado dos meses y medio. 43

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