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cambiaron de actitud. En la orilla de Chinacán tratamos de hacer hostias; pero .el viento• nos destemplaba los hierros y apenas pudimos hacer unas pocas y muy malas. Al .embarcamos en el .Chinacán ·pretendieron hacerme uná jugarreta, pero no se los consentí. Al día siguiente de San José, embarcamos y después de 3 días encontramos a Waterloo que estaba pescando. Se alegr6 mucho de nuestra llegada. Les había dicho a los indios que si los Padres Misioneros eran esJJ1arnJ1e:s, los esperaran, pues vencerían todas las dificultades allí por eso, a nuestra llegada, les hizo decimos lo que él había n ....n,:irin Le regalamos una pa1um:gat1a buena, iie la cual se antojó y ;i.1~uu,"" otras cosas, ofreciéndonos él su ayuda, si llegáramos, a fundar una Misión en Camarata. Seguimos hasta terminar aquella jornada, pero día siguiente, víspera de Nuestra Señora de los Dolores, nos detuvi– mos a pescar y los pescados nos cortaban todos .los anzuelos. Tiré uno que tenía u.na cu.arta de alambre y salió un enorme caribe de 40 centímetros de diámetro. Al acercarlo para rema– tarlo, se tiró hacia mí prendiéndose con el anzuelo el hábito que tenía enrollado en la cintura. El caribe, aún prendido en el anzuelo, era temible, pues si lograba prender sus dientes en la presa, arrancaba el bocado en un instmte. Por fin, logré que uno de los indios fo rematara y yo me vi libre del peligro. Al día siguiente, viernes, amanecí con 40 grados de fiebre y unos dolores en los codos y rodillas agudísimos, de manera que cualquier movimiento me producía insoportable dolor. Tomé un purgante y me vi solo, un poco apartado de los demás, para causarle menos molestias a los otros. Los indios y el criollo tomaron una actitud fráncamente ofensiva y el P. Ceferino les cogió miedo. Entonces, puse a mi lado la escopeta cargada. Les dije que no se cazaba más, pues aquel día debía– mos llegar a Uroi, primera estación minera, y que salíamos ya. Esta actitud produjo los mejores resultados, tomaron humilde~ mente sus canaletes, salimos a e:so de las 10 y, a las 4 de la tarde, estábamos en Uroi; ya para entonces yo tenía menos fiebre. Me pusierqn una inyección de quinoformo y a la mañana siguiente otra, de manera que. a las 24 horas ya la fiebre se había ido. Los hermanos Montes de Oca y los mineros, se disputaban las atenciones para con nosotros. Allí estuvimos el domingo, en que celebramos la misa y q2
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