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Mi compañero se llenó de tristeza y se le llenaron de lágrimas los ojos, cosa que me provocó risa. Se me enqjó él con justa indignación. ¿Se ne porque nos podemos, morir de, hambre?, me preguntó. -Mire -le contesté-; estando en el colegio me ten(an por tfsico, y. tenla que resignarme a morir tfsico,· hoy creo que no es peor morir de hambre que rrwrir t(sico. Terminó él por reírse con la gracia y Dios quiso que unos indios, que vieron movimientos sospechosos en uno de los remansos del no, estuvieron al acecho y caz.aron un hermoso chigüire. Eso sacó nuestra alma de. penas. - Salimos del Caroní y seguimos al este por el Urirnán, pero, a fas tres o cuatro horas, dejamos éste y volvimos al norte, siguiendo el Apradá que r.ae en el. Urimán, el cual, hasta esta confluencia, corre a la inversa del Ca,.-oní. Pernoctamos.a la orilla de este no y allí nos alcanzó el indio Miguel, acompa– ñado de su hermano y con los corotos que en su curiara tenía. Seguimos todo el· dfa navegando muy poco pues el no estaba casi seco, llegando a la tarde al puerto de los indios en la confluencia del Amputir con el Apradá. Inmediatamente salió el indio Ramón, que era de Urimán, a buscar gente que nos llevara a Camarata, fin de nuestro viaje. Hasta el día siguiente después de mediodía no comenza– ron a llegar los indios. Entre estos indios, llegaron dos mujeres: una, de poco más de cuarenta años con un niñito en los brazos, y una joven– cita que no llegaría a los veinte. Eran las primeras indias que veíamos los Misioneros, sólo vestidas con su mosá (guayuco de la mujer). Este era un minúsculo delantal que no medía más de 50 centímetros de ancho por 30 de largo. Hecho de cuenta.~ de diversos colores que representaban pájaros bastante bien dibuja– dos y rodeado de flecos. Pero la actitud de estas dos indias era tan honesta que entonces nos dimos cuenta. de. que la virtud, la honestidad y la modestia residen más en. las almas que en el cuerpo. , , Las márgenes de estos ríos, que no son grandes, tienen pocos árboles, pues la región toda, desde fa falda del cerro, que es de bosque firme, hasta la orilla del Caroní, son sabanas y morichales. Los indios vivían lejos y bastante distantes unos de otros, muy cerca de fa zona de los bosques, sitio donde tenían sus conucos. 37

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