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y arbustos por flores y adornos, los cantos de los pájaros al venir la arbolada como música inimitable, ofrecíamos a Dios el Santo Sacrificio de la misa. La imaginación de Mundó inventó que le habíamos tratado de predicar la fe a Dámaso y le habíamos dicho no sé qué cosa sobre su vida privada y que Dám.aso se había enojado mucho con los capuchinos, etc. Yasí se atrevió a publicado en El Universal, meses después. Así obran muchos sin impodades nada calumniar, a sabiendas, pues ésa es su gran arma. El Sr. Cardona, que fue testigo de todo, si no le es infiel la memoria, sabe que todo fue obra de la imaginación y de algo peor del Sr. Mundó. Despedidos de Dámaso y con abundancia de cazabe, seguimos el viaje y, al poco rato, nos encontramos con la desembocadura del Carr~o. Este río, que nace en el bellísimo cerro llamado por los indios Ptaritepuy (cerro del Budare), por semejar la cúspide a un auténtico budare, es a mi juicio el más bello de cuantos he visto y tiene la apariencia de w:i. inmenso castillo feudal. Tiene una corriente de éste a oeste, contraver– tiente de los ríos Cuyuní y Chicanán. También lo es del Apan"." wao y Caruai, pues todos tienen su origen en fa misma zona montañosa. Sus aguas son negras y recorren toda la extensa región de Camanda, forman.do quizás una. cuarta parte del caudal del Caroní. Esas aguas son las que tiñen de negro fas aguas claras, cristalinas, que el Caroní trae de la Gran Sabana. Al día siguiente llegamos a Pampa, donde el indio Miguel iba a dejar a su mujer en casa de sus padres, quienes vivían muy internados en este caño. Allí.nos detuvimos pescan– do aimarás. El P. Ceferino logró varias de gow. tamaño, poro ni el criollo ni los indios se molestaron en asarlas, haciéndonos buen.a falta a los pocos días. Seguimos Car9nf arriba y en una de las tantas chorreras nos sucedió un percance que nos pudo costar la vida a los dos Misioneros y a cuantos íbamos en la canoa que patronaba el capitán Lobo, quien asumió la responsa- bilidad de conducirnos eu su cu1iara. · El criollo y un indio cogieron la guaya par.i. pa..•¡¡u- 0011. chorrera grande; en lo más fuerte de la corriente se rompió la guaya y la canoa iba a estrellarse contra wu1. toca cercana con toda la fuerz.a de la corriente. Yo vi el peli¡ro y rápidamente cogí un ~alete ¡rande que había j1mto a mí y lo puse debajo de mi brazo, asegurando las dos manos sobre el pecho, apoya- 35

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