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un ruido ensordecedor. Es pálido reflejo de la realidád cuanto aquí p:ueda decir de lo difícil de este paso. Las canoas había que caletearlas, lo mismo que las provisiones, por encima de los peñascos en seco, entre los cuales había hendiduras de distinto diámetro, pero de tres y cuatro metros de profundidad. La caída en estas hendiduras era mortal de necesidad, pues abajo sólo había piedras agudas como cuchillos. Nosotros pa$amos todo ese trayecto llenos de miedo y con nuestras cosas de uso, por evitarles viajes a los indios. Este paso nos costó casi dos días. Al dejar aquel fatídico y pavoroso raudal anduvimos unas horas y llegamos al salto Bocón, donde tuvimos que descargar y subir la curiara casi perpendicular por la orilla izquierda, después de descargada, y ya seguimos tranquilos hasta las Babas. Aquí hay dos cascadas, una a simple vista, que estando el río con su menor caudal no ha de tener menos de 7 metros y la otra unos 4. Pero, como cae todo el río en hermosa forma de abanico, presenta un bellísimo efecto a la vista. Por aquí tuvimos que arrastrár las curiaras sobre mlos unos 3 kilómetros y caletear toda la carga. Pasamos la noche y, durante ella, creció repentinamente el río; pero, gracias al oído finísimo, los indios fueron a la orilla y salvaron toda la carga, que do otra manera hubiera sido arrastrada por la corriente, pues la tenía– mos a la orilla para cargarla al día siguiente. Había crecido el río Antavari, que desemboca medio día más arriba. .,i Al siguiente día llegamos a la boca del Antavari, donde encontramos las primeras sabanas desde San Pedro, y el terre– no, sumamente quebrado, presentaba lugares pintorescos. El Antavari es bastante caudaloso y profundo, pero oomo todos los de esta región, tiene muchos saltos. Nace en la vertiente 8lll'Oe5• to del Supamo y su curso es de este a oeste franco, hasta desembocar en el Caronf, que viene de sur a norte. Sus a¡uas son ne¡ras y parece que tiene bastante pesca y mucha cua. En sus márgenes tienen los· indios sus chozas y· fue el hijo de Lobo y Ramón, indio de Urimán, a buscar cazabe que ya nos escasea– ba. Pero encontraron las chozas vacías y lo mismo una que había cerca de la desembocadura en la margen derecha. Segui– mos en la tarde y acampamos cerca de La Vieja, el primer e.erro que tiene las característica de la inmensa mayoría de los Cerros de la Gran Sabana y Camarata. 32

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