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y· vimos las .escuelas, pues el sitio era. muy cerca de·Barima, poco más de un kilómet.ro •..Es encantador, esperando ellos trasladar la pobláción de Mora Huana para aquel lugar, que les parecía más sano. Pero se equivocaron, pues esto fue hace 19 años y todavía Mora Huana sigue en el mismo sitio, por las facilidades de comunicaciones poí el río y también, creo, que por resultar más sano· que el Compón. A la vuelta, dormimos en la Misión y yo resolví llevarme a Fr. Saturnino. El General Vivas y demás compañeros no querían, pues pensaban que podía morirse en el camino; pero, después de muchas dificultades, lo acomodamos en un chinchorro a bordo y seguimos para Tucupita. Noté que lejos de empeorar, estaba más animado y su pulso era más normal. Seguimos con él a bordo sin novedad basta Coporito, donde fuimos a cenar. a tierra. Y o· me descuidé y durante··ese tiempo sufrió mucho a causa de la plaga. Le llevé algo de comida que creí inútil por su gravedad y noté que, aun cuando quiso ser mortificado por quedar solo con tanta plaga, estaba más animado que nunca· y comió algo con apetito. Aquella misma noche llegamos a Tucupita. Vivió 14 años más. Este hermano, juntamente con Fray Faustino, ayudaron grandemente a que se pudiera terminar pronto la casa de Tucupíta. Fr. Saturnino, que era muy espiri– tual y sumamente trabajador, hacía obras de carpíntería. muy aceptables. Los mejores carpínteros del Orinoco no lo superaban, como me lo numífestó el Maestro Meneses, el :mejor y más buscado· del Territorio. Fr. Faustino era w hermano también muy activo y económico, a pesar de que nadie le ganaba a presentar mejor las cosas. En 1939, recibimos aviso del P, Samuel de que estaba grave la Madre Micaela. Mons. Nistal, que allí se hallaba, no sabía que hacer. Le indiqué que, tratándose de la Superiora de 1as Capuchinas y sin médico,. pues el llevarlo allí era mucho más costoso que traerla a ella, procedí a hablar con el Sr.. Juan Cabra!, .por si podía encontrar una habitación en su casa, y buscar.una lancha y traerla cuanto antes. Me autorizó para todo y yendo él para Upata hice las diligencias, consiguiendo que las hermanas Guevara me prestaran la lancha en la cual apenas cabían cuatro personas. Salí el sábado bastante tarde y en el camino tropecé con un bató que venía del Amacuro quien 28

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