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estaba sin sudar. Medía 7 por 8, incluido un portalillo que daba al patio. Allí, en la parte interior, hemos dormido hasta 12 personas. ·Aquí se hospedaba el Vicario Apostólico en sus frecuentes visitas al Orinoco. Entre las tres casas de Barima, Araguaimujo y Tucupita, éramos siempre 6 sacerdotes y 3 hermanos. Carecíamos de sitio para un enfermo. El P. Santos estuvo grave durante ocho días en la única habitación decente, y los demás nos acomodamos como pudimos en las demás habitaciones, colgando algún chinchorro en el comedor. Es difícil ahora darse idea de los sufrimientos morales que todo esto nos producía. Contando .con la. aprobación del Superior Regular, comencé la obra después de haber reunido buena cantidad de materiales al este de la Iglesia. Aleccionado por un técnico alemán para construir.sólidos edificios en suelos arenosos y deleznables, comencé la obra. La experiencia de la construida en Bayamo, Cuba, sin ingeniero y con sólo un maestro albañil, me sirvió de mucho. .Se veía a cada paso que, como en invierno la creciente mojaba los horcones, éstos se pudrían en la base y se hundían. Hice las bases muy anchas, de cemento armado y sobre ellas las paredes de lo mismo, pero de cuatro pulgadas nada más; sin embargo, soportó fos dos pisos y el techo de tejas, que hubo de ser sustituido más tarde por el de cinc, debido.a la humedad en todas las casas de Tucupita. En Tucupita, todas las casas eran de bahareque en medio de horcones. Sólo el P. Samuel, en la casa que .comenzó a edificar y que terminó un servidor y en la cerca de la huerta, puso· entre los horcones de madera bien empotrados en el cemento, pared de ladrillos. Lo mismo hicieron. los Marcano– Salazar; y en la construida por el Dr. Maldonado, que puso pared de cemento 'entre los horcones. Sólo había de dos pisos la Gobernación, que era de madera, y la de Maldonado, que hubieron de tirarla al pudrirse los horcones. Como los pobres Misioneros del Araiuaimujo estaban en situación económica muy. precaria, les cedí· todas· las entradas parroquiales de Río Grande, autorizándolos para bautismos, matrimonios,.etc., año y medio antes de que lo decretara Mons. Nistal, mermando en una tercera parte las entradas de la Parro– quia. La partida del P. Crisóstomo para España sembró la idea de que todo iba al fracaso y que, si me prestaban dinero, lo 19

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