BCCCAP00000000000000000000905

católicos y de los anglicanos. Ellos, atacaban la religión en toda forma. Los primeros meses todos los sacerdotes lo pasamos mal. Como se corrió el rumor de que el Gobierno le pasaba al Vicario del Caroní 30.000 bolívares, creyeron o hicieron creer que eran para las Parroquias, por lo que apenas querían pagar los derechos de bautismos, entierros, etc. Todos los Padres sufrimos las consecuencias de esta propaganda pero, con pacien– cia y trabajo, todo se fue venciendo. De todos modos, yo fui de los menos afectados pues allí logré normalizarlo todo pronto. Hasta pude ayudar algo a los de Guasipati y El Palmar. Apenas estaba iniciando un trabajo efectivo cuando, en marzo, .me nombró Mons. Nistal su secretario, y el Superior Regular, el P. Crisóstomo de Bustamante, me mandó a hacer la Semana Santa en Ciudad.Bolívar. Estaba recién llegado Mons. Mejía, quien había traído dos sacerdotes jóvenes y muy bien formados, los Padres Cardoso y Villasmil. Es la diócesis de Guayana la más difícil de gobernar en ía República, y Monseñor y el P. Cardoso llevaron a cabo una obra en defensa de fa vida cristiana y de la religión que· sólo en el cielo podrá tener su recompensa. Di ejercicios al clero, muy fructuosos por. cierto, y salí con la confiama de que sólo las dotes de Monseñor Mejía podrían llevar a cabo la obra que era necesaria en Guayana. El P. Cesáreo de Armellada aprendiendo ,:1 pcmón y tomando notas de las leyendas indígenas. Actualmente este misionero vive en La Merced-Caracas. Es miembro de la Academia de la Historia, Individuo de Número de la Acade– mia de la lengua, periodista graduado y profüsor uniwrsitario. Ha publicado quince libros sobre literatura y legislación indígenas. Labor que ha sido constante en todos los misioneros capuchinos. 17

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz