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escala en New York, donde embarcaron muchos alemanes. Un barco inglés que nos detuvo fue hundido por los submarinos alemanes y llegamos a Vigo a principios de abril. Allí me · recibió el P. Alfonso de Escalante como en todas partes y, como llevaba dos máquinas de escribir, dejé una para aquella comunidad. A los 8 .días salí para León, a fin de acompañar y despedir a un sobrino que aquel día salía para M6xico, como le había escrito al M. Rvdo. P. Provincial. En la misma noche me enfermé y al día siguiente, enfermo y todo, hice una conferencia sobre Misiones. Pero la enfe~ dad fue una pulmonía doble que me puso al borde de la tumba. Aquel año cumplía los sesenta, aun cuando durante el viaje alternaba con los alemanes en algunos ejercici<>s de depórte y de fuerza, pero siempre sin faltar la modestia lo más mínimo. El trabajo de un Misionero les demostró que era tan útil como el más fatigoso dé lós deportes. Gracias al médico, sobrino del Obispo de 46n, Miranda, y sobre todo al R.P. Higinio de Trascastro, Vicario de aquella casa, que se portó conmigo como Nuestra Santa Regla dice como la mejor de las madres. De allí, todavía convalesciente, fui a nuestra casa de Cármenes, donde vivía mi hennano Rafael, párroco del pueblo, mi cuñada, 4 sobrinos y el sobrino maestro de Pontedo. Allí procuré hacer una pequeña misioncita y confesé bastante gente, a pesar de estar tan reciente la guerra; había muchos presos y bastantes odios. Mi hermano, que contribuyó grandemente a extinguirlos, a pesar de haber sufrido bastante, de muchas familias -incluso parientes-, hizo cuanto pudo y, gracias a Dios, contribuyó como nadie a curar las heridas enconadas de la guerra. El pueblo quemado por los rojos había sufrido mucho y estaba muy pobre, pero muy resignado. De allí fui a Madrid y allí me repitió la pulmonía; pero sólo estuvé- unos días en la cama y me répuse muy pronto. El M.R'.P. Provincial P. José M. de Chana, me dijo que qu6 convento escogería para vivir; le dije- que el Cole¡io de Teología de León, pues me sentía con fuerzas para predicar, una vez.recobrada la salud, y que procuraría dar buen ejemplo. Estaba de Guardián el P. Calixto de Escalante y como venía de América y le traje gratos recuerdos de su hermano, el P. Hilario, me trató demasiado bien, no teniendo el menor roce. El año 44, lo mismo que los anteriores, por exigencia de 1.48
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