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de las dos de la máñana, desperté sintiéndome muy mal.. Grité al Padre Baltazar. que dormía en la .habitación contigua al dormitorio de los. indios para vigilarlos, y no fuve que dar más que dos gritos. Me oyó y llegó a la habitación .que con una aldabiUa de madera trancaba por •dentro. Quise incorporarme, pero me sentía morir. Sólo pude decir: -Rompa aunque sea la puerta, porque me estoy muriendo y no me puedo mover. De dos golpes cedió la aldabilla, me. dio la absolución y fue a llamar a las Hermanas. Vinoªla superiora, que era enfermera, y la hermana Angela y comenzaron a indicar algunas medicinas que me hárían bien, nombrando varias cosas. Y yo, que me sentía morir, dije: -Hermana, vaya por dos inyecciones: una, de esparteína y otra, de aceite alcanforado,· póngamelas mientras el Padre Baltazar me pone los Santos Oleos, y déjese de mojigaterías y exclamaciones. Así. se hizo y, puesto el termómetro, tení.a :34.S grados centígrados. La depresión. fue cediendo poco a poco, pero seguía repitiéndome, aun cuando no tan fuerte, por bastan– te tiempo. A principios de noviembre -creo que el 11- salí en avión para Guasipati y Upata, a donde llegué a las 11 de la noche. Recuerdo que, al bajar del automóvil, un hombre del pueblo dijo: -El doctor asegura que se salvó Madrid de caer en manos de Franco, pues llegaron las divisiones internacionales a tiempo. Creo no es una exageración el decir que cuanto din~ro se entregó para la Misión de Santa Elena, desde su fundación hasta mi salida, quedó representado en 85 novillos o bueyes para matar. En unas 150 vacas y otras tantas entre crías y mau.tes. Las tres casas: la de los Padre con la capilla; la de las Herma– nas con sus dependencias y ajuar y la de los chicos. Dos'cmia– verales para hacer azúcar, con su rancho y el trapiche. Más de 3.000 matas de plátanos y cambures. El potrero con su casa y más de 400 metros de álambrada de púas de 3 ó 4 .hilos. Unas 20 yeguas y otras 16 entre mulas y caballos. Unas 90 piezas de tela para vestir indios e indias. Unas 100 hamacas y unas .80 cobijas. Aparte de cantidad de hilos, agujas y chucherías ·para los indios. Todo esto había sido adquirido en el Brasil, pues de Caracas sólo llegó una máquina de coser que me mandaron personas
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