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EL GENERAL SIXTO GIL Entonces tuvimos ocasión de conocerlo muy a fondo. Era un aul:én.tico patriota venezolano. Nos enseñó la Constitución de Venezuela, hecha por los amiios del General Hemández (El Mocho) y fa leía todos los días. Hablaba de su jefe el General Horacio Duchame, como de un jefe inmaculado y era. todo lo contrario de Jos informes que de él nos habían dado, tanto Peña como Julio Cipriani. Se fue al Brasil con el hijo a arreglar sus cosas para irse definitivamente para Veneruela. En esos días celebrábamos fa Semana Santa, en la que hicimos el Vía Crucis hasta el cerro, al oeste de la casa Misión, que no tiene menos de 400 metros de altura. El Jueves y Viernes Santos el policía Juan Rodríguez, a quien habían dejado Casado y Peña en la Misión, se puso a tomar ron, por dos veces, poniéndose más eb!'io de lo que estaba; me echó enchna el caballo, que yo aparté con serenidad y sonriendo. Me dijo que él estaba dispuesto a matar pero, francamente, no se me ocurrió prever el menor peligro. Durante el Vía Crucis descerrajaron fa puerta de la casa y me rompieron una de las dos ventanillas de la capilla que me había hecho un checoeslovaco, lo mismo que el artístfo,o Sagrario y expositor de maderas finas y de bellísimo color natural. Los mdios me dijeron que había sido Juan Rodrlguez y que estaba bravo. Entonces yá entré en cuidado y, relacionando todos estos hechos con el robo del revólver del General Sixto Gil, pt'ocuré no encontrarme con el policía. ¿Fue la Divina Providencia que me libró una vez más de la muerte? Tengo motivos serios para cl'eerlo y dar gracias eor ello a Nuestro Señor. Llegaron Peña y Casado y un mes después el General Sixto , Gil. Y, notable coincidencia, el revólver apareció en el ranchito que tema Peña en su conuco sin que tuviera el menor rastro de óxido ni muestra de haber estado a la intemperie. El hijo de Sixto Gil -y más el General-, creyeron que algo muy grave se · había intentado contra la vida del Superior de la Misión. Es muy posible que Juan Rodríguez tuviera miedo a Fray 125