BCCCAP00000000000000000000905
la suerte que Dios dispusiera y él se fuera para el Brasil camino de Quinó. Al mes justo vino Julio anunciándome que Sixto Gil venía eón sus brasileros y que era fácil atacarlos de noche en el bosque. Por más que me. dijo que lo sabía por el P. Baltazar y que éste lo había dicho en casa de su suegro Macaiba, yo com.;. prendí que quena deshacerse de él .o echar un crimen sobre la Misi6n. Y o le dije. que yo no hacía lo más mínimo y que si Dios permitía nos sucediera algo malo, lo soportaríamos lo mejor que nos diera a entender. Por su actitud y sus palabras, comprendí que toda la carta era obra suya, así que quedamos tranquilos. Vino Fray Patricio y todo se arregló muy bien. El P. Balta.zar trajo un arado y una desterronadora. A principios del 36, hice viaje al Brasil. Compré 12 mulas, que nos fueron utilísimas para· el transporte; un trapiche Triun– fo, que se trajo en las mulas y que, ya instalado, nos producía 4 ó S peroles de azúcar bastante blanca, en la fonda.da o en el día. Este trapiche, que molía mediante un caballo, también nos sirvió grandemente. Con el producto del azúcar llegamos a comprar incluso animales. A mi vuelta hice una experiencia en el Surucús que me pudo costar cara. Le dije al indio que como el no no parecía muy ancho creía que lo podía atravesar a nado. Pedro me apuró mucho desde el principio y, al llegar al medio, estaba rendido. Grité al indio que llegó presto en una curiara y, agarrado a ella, llegué a la orilla opuesta, casi agotado. En el último viaje, Fray Patricio había comprado en el Brasil un caballo que se desbocaba y fa víspera de Ramos del mismo año 36, veníamos dél Hato de la Divina Pastora Fray Patricio y u.n servidor. En las cercanía de la margen derecha del Wairén, nos pusimos a correr y mucho más viendo a indios cargados por la falda del cerro en que está Acurimá, creyendo posible la venida del Superior Regular o Monseñor. El camino de. la derecha que yo llevaba a unos 30 metros de distancia de Fray Patricio, llevaba a un precipicio de unos tres metros de profundidad, con peñascos al fondo. Al verme en peligro; tiré fuertemente del freno y, al ver que en el segundo tirón quedó inútil el freno, vi claro el peligro de muerte. Me encomendé a Dios, saqué lps pies de los estribos e hice ademán de tirarme del caballo. El bote que dio mi cuerpo debió ser de regular altura, pues vine a caer de cabeza al otro lado del barranco , 123
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz