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FICTICIA AMENAZA DE JNVASION Algunos exiliados venezolanos vivían en el Brasil y otros en la Guayana Inglesa. El jefe más connotado. era el General Sixto Gil. Varias veces le hablé a Peña de conseguir por medio de Mons. Nistal autorización y garantía de que viviera en Venezue– la, a lo que me contestaba siempre que no era buena idea. El había sido Jefe de Estado Mayor y el oficial más notable y de mayor confianza del General Horacio Duchame y había tomado a Maturín en 1915. Yendo de paso para El Dorado, el búlgaro Trayanoff llevaba una carta para cierto venezolano enemigo .de Gómez. En la supuesta carta que él abrió, decía en sustancia lo fácil que era una invasión por la Gran Sabana pues, con los recursos que ellos tenían en la Guayana Inglesa y Brasil, po– drían adquirir en este último país armas y municiones en canti– dad respetable para trasladarlas a Luepa y apoderarse del alto Cuyuní. También decía en la supuesta carta: -Sé que en la Misión hay algunos recu.rsos que nos serán muy útiles y a los Capuchinos les hacemos santos. . Enseñamos la letra de esta carta a un costeño amigo de Sixto Gil y éste nos dijo que la letra efectivamente era de aquel y opinaba que, como muy buen militar, le era facilísimo tomar la Misión sin que.nos diéramos cuenta. Ni el P. Cesáreo ni el P. Baltazar ni un servidor le dimos entero crédito, pero podría ser verdadera la carta. El golpe de mano se dilataría un mes a más tardar. A pesar de ello, era menester tomar alguna decisión que no nos pusiera en ridículo si era fingido, o nos sorprendiera si era verdadera. No sospe– chaba que fuera de Peña por estar enchufado, pero podría ser de Julio Cipriani del que todo se podía esperar en cuestión de chismes y enredos. Durante los primeros 15 días resolvimos que el P. Cesáreo fuese a Upata, el P. Baltazar fuera para el Brasil y llegara hasta Manaos con encargo de traemos un arado y otras cosas necesarias a la Misión y de esta manera los dos jóvenes Misioneros, de tanto verle, estaban fuera de peligro. A Fr. Patricio lo mandé 15 días a la hacienda o hato de la Divina Pastora para llevar a cabo los trabajos que eran necesarios, con la instrucción de que si asaltaban a Santa Elena me dejara correr 122

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