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jovencito de El Palmar, lo tenía alejado siempre de éste para que no me lo corrompiera. Era éste Ernesto Pinto. y el otro, su primo Pablo Fierro, uno de fos chicos más serios y normales de la Misión. ', La mujer de Peña tuvo confidencias de sus parientes de Kamarán, quienes le dijeron estaba allí el jovencito Anselmo, de El• Palmar, excitando a los indios contra mí. Más aún: les exhortaba a que me mataran, asegurándoles que nada les habían de hacer. Ella vino muy apurada a decírmelo y suplicarme que no fuera, pues tenía miedo que algún indio engañado me pudie– ra matar. Le dije que llevaba a Joaquín de Kuquenán y que íbamos bien preparados. Efectivamente, en Kuquenán me junté con Joaquín y su sobrino Francisco, muy bien. armados, y el indio, en vez de tener miedo, me dijo que como ellos eran cuatro y conmigo cinco, no había por qué tener miedo. El y Francisco estaban preparados, y que Ernesto y Pablito servían para avisamos y espiar a los indios'. Salimos de Cuquenán y, al hacer noche en Suruak:pá, me dijo que habían llegado indios cerca, pero que. él estaba al tanto y .se habían ido. Supe más tarde que por allí pasaba Anselmo para el Brasil con. uno de los indios con los que se había fugado pero, o no pudo, o no tuvo valor para hacer nada. En Luepa encontramos instalados a los Padres Maximino y Eulogio y Fray Lucio con los primeros indios y Chaní, que les habíamos mandado de Santa Elena y que fue utilísimo en aquella casa. l;in 12 días, casi todos caminando, llegamos a El Dorado y dejando allí a Joaquín y Francisco, salimos para Upata donde p~mos unos días. Los indios estaban contentísimos y, como sabían. leer, escribir y contar, •rezar y ayudar a misa y eran casi blancos, llamaron muchísimo la atención donde quiera que llegában. En Tucupita, todo fueron manifestaciones de simpatía y los días que allí pasamos fueron sumamente agradables. La iglesia estaba casi terminada y la gente se deshacía en cumplidos. Como no había barco a propósito y yo quería llegar pronto a Cara~, salimos en un barco de vela. que en S días nos prometió Uegar a Güiria. Tardamos 6, pero 4 los pasamos en tierta. Tuvimos una travesía famosa, pues los indios se sorpren– dieron grandemente al ver el mar. Le pregunté a Pablito que cómo le llamaría en su lengua y al punto me contestó Pan-Pani, 115
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