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Entre los diversos elementos que fueron a la Sabana, uno trató de seducir a una jovencita cuya madre era cómplice, al parecer, por interés. Un. servidor, a quien la chica confió el asunto,.le aconsejó lo que más le convenía y la madre, que ya había intervenido en otro crimen, parece que me echó la culpa de todo. Supe después qüe la chica se había casado hotu'l:lda~ mente con un individuo de su misma condición. Aquel año .hicimos una cerca con alambre de púas para los becerros y Fray Patricio se encargó del hato, que organizó admirablemente, pues casi· nos suministraba toda la carne que necesitábamos en la Misión. Cuando cesaron las lluvias el P. Cesáreo hizo una excursión a Uradaipué, pasando por Arautai– ma-Merú y Roraima y le recibieron muy bien los indios de este último caserío, los cuales vivían en Arabopó. Fue cuando llegó a la cima del Roraima cuando se cercioró de que no estaban cambiados los postes, como decían Peña y Julio. En febrero hizo la visita el Superior Regular y, como siempre, vio todo cuanto había adelantado la Misión; se admiró del ganado que había, de fas existencias que teníamos y de lo poco que se había gastado. Vio hecha una. casa para el trapiche que compramos en el Brasil con los hornos y la caña sembrada, pudiendo hacer en un día cinco peroles o latas de azúcar que nos quedaba bastante blanca. Habíamos puesto canoas propias de la misión de Wairén en el Hato, en Kuquenán, en Yuruaní y en Kamá. Pudimos abrir el camino de Kewei y ensanéhar las picas de Waray para;traer ganado del BrasH. Constr1Jimos W1 hermoso.lavadero capaz para 10 personas a la vez, cubierto, y con un pozo de pared al lado. Creo que éste subsiste en la actualidad y ensanchamos bastante los conucos, haciendo uno en el Hato. Me sentía mal de salud, sufriendo frecuentes y abundantes hemorragias que me debilitaban en extremo y por esp le propu– se al Superior Regular ir a Caracas y hacerme. exam.i.Mr y operar en caso necesario. Hacía algún tiempo que se habían hecho los nombramientos de nuevos asistentes, uno· de fos cuales era un servidor, por lo que se convocó a una reunión en Tucupita y recibí la orden de salir de Santa Elena para Tucupi– ta. Con la debida autorización llevé a dos niños, uno de los cuales quería yo ver si era posible siguiera la carrera del sacer– docio o simple maestro, pues, debido a las costumbres del 113
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