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MUERTE DE SALA.ZAR Uno de los indios más peligrosos era José Salazar. Había tomado parte en no menos de una docena de asesinatos de c1ri0Uos, llevaba el nombre de un venezolano muy . valiente a quien asesinó de un balazo por la espalda. El, y otros oompme– ros, asesinaron a siete brasileros más, para robarles las mercan.– cJías. y víveres que llevaban para la estación balatera. Este indio füe escogido por cierto individuo a quien estorbaba el superior die la Misión, no importa por qué razones, para eliminarlo. En ac¡uellos días, preguntándole a una mujer brasilera por qué ellos ú:1tentaron asesinar a los Misioneros al llegar a Santa Elena, .ella contestó: -,Nosotros no hicimos nada contra ellos,· fueron los indios de. la Guayana Inglesa qUienes vinieron mandados por los atlventistas, a matarlos y no pudieton porque se fueron· a vivir a. casa de Pefla. Pues bien, cuando al principio de mi llegada al Brasil .en 1934 llegó Salazar, no sé por qué le dije: -Mira, José, vosotros los indios ya nos conocéis. Vuestros hijos viven muy contentos con nosotros, pues se dan cuenta que los queremos de vérdad y les damos una educación igual y aun superior a los blancos. Tus parientes están muy contentos,. porque saben más que los mismos criollos del Brasil. Pero tú no- estás contento, no eres. bueno,· quieres matarme sin haberte hecho mal alguno; al con– trario, a ti y a tus compafleros os hice siempre muchos bienes. fo no tengo miedo, porque sé que voy al cielo; pero Dios puede matarte a ti y a tu hijo. -No -me contestó-. .fo no te quiero matar,· yo soy bueno. -De todos modos -le confirmé- debes temer a Dios que ve tus intenciones y también las m(as, que sólo es haceros bien a ti y a tus parientes. Por aquellos días llegaron los indi.os y las Comisiones Venezolana y Brasilera de Límites e1:tla frontera de la sierra Pilcaraima (Bolsa Grande, en pem6n). cerca de Santa ~lena, y comenzamos a tomar medidas contra el sarampión que, por ser inviemo, tomó pronto características muy graves. Los. indios que trabajaban en las comisiones lo trajeron y se propagó como re,¡uero de pólvora. Para hacer compras, y por si se enfermaba, mandamos al P. Cesáreo a Boavii,:ta donde hay hospital y me– dios de defenderse, y él se fue acompaíiando a Fray Gabino, 109

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