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imposible retroceder. Después de cenar, les rogué ofreciéramos el Rosario a la Divina Pastora para que, como patrona de nuestras Misiones, nos hiciera el, milagro de encontrar paso. Aunque con mucha confianza,. pasé la noche sumamente preocupado por ·nuestra situación. Los indios se prepararon para confesarse y ofrecer la comunión a la Divina Pastora por el mismo fm; y muy tempra– no dije la Santa Misa a la orilla de un bosquecito en las márge– nes de dicho río, pues hacía una mañana espléndida. Después de dar gracias juntos, yo me puse a rezar. el oficio y Chruú, el indio Acurimá y con un hijo del indio notable de la llanura de Kuquenán, se pusieron a hacer el desayuno y Perera fue a ver si encontraba la manera de pasar el temeroso río. · Había términado completas cuando vino Perera muy alborozado diciendo: -Ya encontré modo de pasar el r(o, ya la Virgen hizo el milagro. Aqu( mismo cerca de este salto, el río me llega por el cuello. Desde este árbol a la perta de en medio amarramos el mecate largo con el cual sujetamos la carga,· el mulo. lo paso yo a nado por debajo del Salto,· y las cargas las pasamos nosotros sobre la cabeza, cogidos a la soga para contrarrestar la fuerza de la corriente. Así lo hicimos, pasando yo apoyando una mano en la soga y otra en un palo largo que me servía de apoyo, no .teniendo el menor percance. El alto cerro entre Kuquenán y Apanwao por este camino se descompo– nía en pequeños cerros y colinas con bosquecitos en medio de los cuales pasamos. sin otra novedad que un .aguacero fuerte cerca del mediodía. Como el bosque estaba lejos y no podíamos evitarlo, los indios descargaron el mulo, pusieron toda la carga y la cangalia o aparejo formando un pequeño cuadro y para la cima en forma de techo, cortaron paja que colocaron en el tope, sujetándola con piedras grandes, poniendo debajo de este impro– visado refugio todas sus ropas. A mí me cubrieron con la lona y ellos se dieron un baño con el temido aguacero, secándose luego con una toalla, se pusieron su ropa y cargamos como si nos hubiéramos guarecido en la mejor casa. Llegamos a una casa no lejos.de Kuquenán y aquí tuvi– mos otro sobresalto, pues las indias que había le decían a Perera que no podíamos pasar el río. Me intrigaba que los indios no tenían, ni mucho menos, 111 preocupación de la noche anterior y era porque, segi.ín me dijo Perera, no estaba lejos el Apoipué 105

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