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EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 91 ,sus émulos, para quienes no era un secreto la avasalladora prepotencia de los ministros regalistas, evitaron la batalla frontal y acudieron a Roma, soslayando el peligro de una segura derrota. Presentaron a los superiores generales un memorial, en el que ponían de relieve los perjuicios y daños de la novedad introducida ,en El Pardo y encarecían las deplorables consecuencias de la misma en el normal desarrollo de la vida conventual; y califi– caban sin eufemismos de arbitraria y caprichosa la conducta reformadora del superior de aquella comunidad. Esta ofensiva no pasó desapercibida al P. Zamora y también él presentó un informe al definitorio general, en el que explicaba las vicisi– tudes del establecimiento, y como prueba inopugnable del mismo remitía copia de la Real orden, que lo aprobaba de una manera definitiva, y cuya existencia desconocían en absoluto sus adversa– rios220. La decisión de los superiores le fue desfavorable, pero con su intervención dio motivo a la controversia entre los dos poderes, cuyo desenlace señalaría el triunfo de la causa defendida por él, patrocinada por la corte de Madrid y por los representan– tes de ésta en Roma. Durante el período más álgido de la polémica regentó la •embajada de España el célebre José Moñino, conde de Floridablan– ca221. El presidente del gobierno Grimaldi, que deseaba eliminar definitivamente el enojoso asunto de la supresión de los jesuítas, ,descubrió en el fiscal del reino « el hombre religioso, moderado e instruído » capaz de resolverlo en conformidad con la política de las cortes borbónicas y de acuerdo con la Santa Sede 222 . Al nombramiento no fue ajeno el ex-agente de preces y actual mi– nistro de Gracia y Justicia, Manuel de Roda, « conociendo él las ,qualidades que se requieren en Roma » 22 ª, sobre todo en tan crí- 220 Cf. JUAN DE ZAMORA, Manifiesto historial, f.64s. 221 Nació en Murcia el 21 de octubre de 1728 y murió en Sevilla el 30 de -diciembre de 1808. « Se significó por su apego a las doctrinas regalistas... Su habilidad y su tacto sagaz demostrado en la suavización de las asperezas y protestas susci– tadas por el escrito de Campomanes, sus brillantes informe8 y alegaciones como Fiscal del Consejo de Castilla, en que se manifiesta como decidido defensor de las regalías y enemigo de los jesuítas, supieron conquistar el aprecio y la confianza del ministro Grimaldi » (Carlos E. CORONA BARATECH, ob. cit., 289). Cf. Cayetano ALCÁZAR MOLINA, El conde de Floridablanca I, Madrid 1934; José Pío TEJERA y R. DE MoNCADA, Biblioteca del Murciano, o Ensayo de un diccionario biográfico y biblio– _gráfico de la literatura en Murcia 1, Madrid 1922, 487-509. 2 22 Aceptada la renuncia de Azpuru, el 21 de enero de 1772 fue nombrado -embajador en Roma el conde de Lavaña, que hasta entonces había representado al Rey en Nápoles; pero falleció en marzo y le sucedió Moñino, el cual llegó a Roma el 4 de julio. 2 2a Son palabras _de Carlos III, pronunciadas en una conversación con Gri– maldi. Cf. carta de Grimaldi a Roda, El Pardo, 22 febrero 1765: Madrid, Bibl.Nac., Ms. 7171, cit. por Carlos E. CORONA BARATECH, ob. cit., 319s.

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