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EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 89 y objetiva el· tenor de vida regular seguido por los religiosos para cerciorarse si encaja o no en el marco de las disposiciones tridentinas, pontificias y regulares. Todos visten de la misma manera y comen a la misma mesa; no hay distinción alguna entre superiores y súbditos en lo referente a la observancia; no existe el peculio y todas las limosnas que entran en el convento se desti– nan indistintamente a la comunidad, excepto si algún religioso recibe chocolate o tabaco en pequeña cantidad, pues en este caso el prelado suele autorizar el uso al interesado. Y advierte « que solo estas dos cosas, es a saber, el tabaco y el chocolate, no se dan ni se han dado jamás de comunidad, acaso por considerarlos no necesarios para la vida humana, como de hecho es así, pues muchos no toman uno ni otro » 216 • Este era el caballo de batalla, pues mientras'unos defendían la licitud de este uso provincial, otros sostenían que era contrario a la vida común. Y aquí es donde el autor casi sin quererlo o tal vez de propósito, aunque no abiertamente, manifiesta su parecer desfavorable a la iniciativa del P. Zamora. En efecto, si el prelado exige que le entreguen aquellas cosas para el uso de toda la comunidad, « demás de muchos disturbios, inquietudes y turba– ciones que habría en esto por ser contra la práctica común», se seguiría necesariamente o que los parientes y amigos no las entregaban o que, si había que suministrarlas, se aumentarían los gastos, quebrantando la regla en materia grave; luego lo que ahora se recibe lícitamente, se haría después ilícitamente 211 • · A continuación se exponen en forma de dudas las cuestiones que se desea resolver. También en este segundo apartado se vislumbra el común sentir de los religiosos acerca de la oportuni– dad y utilidad de la innovación y de la fuerza de los motivos aducidos por los organizadores. Aun suponiendo, como parece probable, que a lo sumo el uso de las cosas a que se aludía, se opusiera tan solo accidental– mente a la vida común, « se pregunta si será lícito y del agrado de Dios establecer este género de vida común con el pretexto de más perfección y mayor exactitud, temiendo con fundamento que por esta novedad se han de seguir no pocas inquietudes, discordias y faltas de caridad». Y aun en el caso improbable que fuera necesario establecerlo, se pregunta si sería incumben- · 216 Cf. Consulta, n.15. Todos los documentos hablan de estos dos objetos, el chocolate y el tabaco, que dieron ocasión al establecimiento de la perfecta vida común. 211 Cf. Consulta, n.19.

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