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EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 85 los últimos toques al proyecto acariciado y meditado durante mucho tiempo. Y después de haber hablado privadamente con unos y otros, convocó a la comunidad y en una sentida plática expuso la necesidad y las ventajas de la más perfecta vida común y el modo concreto de realizarla según las prescripciones tri– dentinas, las bulas pontificias y la legislación capuchina. Nadie se llame a engaño pensando a una reforma radical. Ya hemos indicado que en aquella comunidad no había abusos notables. Sin género de duda el concepto y amplitud de la vida común, que se patrocinaba, está exactamente reflejado en estas palabras entresacadas de las ordenaciones promulgadas más tarde, pero practicadas desde el primer momento: « Es nuestra expresa voluntad que se observe a la letra en este convento la vida común perfecta, assí como la ordenó para el con– vento de Toro el R.mo P. Colindres; de tal modo que todas las cosas sean comunes y a ninguno de los frailes sea lícito guardar o retener cosa alguna para su uso particular, fuera del hábito, cuerda, paños menores, sandalias y breviario. Y assí siempre que algún fraile, por qualquiera vía que sea adquiera alguna cosa, aunque sea lícita, honesta y conforme a nuestro pobre estado, y aunque sea en pequeña . cantidad, la entregue inmediatamente a su superior, el qual la in– corpore con la comunidad y la distribuya o a todos o solamente a los necesitados, según la calidad de las cosas » 201 • Este fue el punto capital y casi único de la tan decantada vida común implantada con unanimidad de pareceres en la co– munidad de El Pardo 2 º 2 , si bien agitó profundamente la sereni– dad conventual de la provincia de Castilla durante algunos años. En efecto, comenzó una guerra sorda y pertinaz que pronto al– canzó proporciones alarmantes. En noviembre de 1774 se ausentó de la provincia el P. Fidel de Santurce a fin de asistir al capítulo general convocado en Roma para el año siguiente 2 ºª. Durante su ausencia dejó como sustituto al P. Fidel de Alcabón, custodio de Madrid, ex-lector de teología y calificador de la Suprema 204 • El 201 APCC, Le,qisl. I, 6/65. 2 02 Solo se opusieron dos religiosos de la comunidad; uno fue trasladado in– mediatamente al convento de La Paciencia (Madrid) y el otro continuó en El Pardo .. Cf. Manifiesto historial, f.26s. 2o3 Puesto que el viaje debía hacerse necesariamente a pie, los capitulares: solían salir de la provincia durante el otoño del año precedente al capítulo. Cf. Erario divino, 200, en donde se lee (]Ue el custodio P. Bruno de Sobrecastillo salió• de Madrid el 23 de noviembre de 1746 para participar en Roma al capítulo general. celebrado en mayo del año siguiente. 2o 4 Si bien en las tablas capitulares el P. Alcabón aparece solo corno maestro, de estudiantes del curso teológico, el .mismo se firmaba « exlector de sagrada teolo-·

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