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EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 81 Aquí no se discute la legitimidad de este raciocm10 de los superiores, ni tampoco la eficacia del método de quienes la de– fendían o impugnaban. Se trata tan solo de exponer a la luz de nuevos documentos el choque que se verificó entre estos dos modos de ver la realidad presente en su proyección hacia el porvenir. Es un reflejo, entre otros muchos, del cambio que paulatinamente se operaba entre el tradicionalismo estático, anclado en la expe– riencia secular, y una nueva visión dinámica del mundo religio– so y eclesiástico sacudido por los vientos del transformismo que investían todos los sectores de la sociedad en la segunda mitad. del siglo XVIII. El lector ya conoce los principales protagonistas que se disputaban el campo bajo el signo de una mayor perfección religiosa, y también las armas de las partes contendientes. Una vez más triunfa el regalismo intransigente y sin escrúpulos, •disfrazado con el manto de la piedad y de la disciplina eclesiástica, una y otra miradas a través del punto de vista hipócrita y del prisma monocromático de los corifeos del despotismo ilustrado. El episodio no se comprende, si se prescinde de las corrientes doctrinales e ideológicas que dividían a los españoles en aquel período de transición. Como es sabido, la supresión de la Compa– ñía de Jesús tuvo repercusiones incalculables en varios sectores de la vida nacional. Los ministros, que formaban la camarilla de Carlos III, identificaban con los jesuítas a cuantos, por cualquier motivo, se opusieran a sus pretensiones reformadoras, mientras que halagaban con su benevolencia y prestaban su incondicional .apoyo a quienes o con sus enseñanzas o con sus actividades fa– vorecieran los nuevos cauces abiertos por el regalismo en su trina dimensión : política, cultural y religiosa. Todos sus adversa– rios formaban parte del partido «jesuítico». Tildar a uno de « jesuíta » equivalía en el lenguaje de los prohombres del despo– tismo ilustrado, volterianos y enciclopedistas, a excluirlo de la categoría de hombres honrados y a relegarlo con desprecio entre los fanáticos defensores de la tradición y del obscurantismo 192 • Era necesario aludir siquiera a estas directrices religiosas y políticas para situar al lector en el plano elevado de la obser– vación objetiva del argumento, objeto de estas líneas. Los factores que se han de ponderar para adquirir una visión posiblemente total de la controversia se polarizan en torno al convento, teatro 19 2 Cf. C.E. CORONA BARATECH, José Nicolás de Azara, 119.

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