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62 SEMINARIOS DE MISIONEROS en ellos su confianza, sería porque le habían dado pruebas o de poca simpatía o de aversión, disimulada mientras vivió el fundador, pero que se hizo amenazadora después de la muerte de aquél. En el recurso a la Corte de Madrid ponían de manifiesto el temor « de que aquel Seminario tal vez no subsistiera sin la circunstancia de la confirmación Apostólica, así porque la Provincia de Andalucía convino en la erección con el pe, Colindres más forzada que volunta– ria y no se muestra la más favorable, por quedar aquella casa como substraida y desmembrada, según sus constituciones, del resto de la Provincia » 148 • El segundo indicio puede recabarse de la respuesta del vicario general al dar el voto que se le pedía acerca de la instancia hecha por los de Sanlúcar 1 · 10 • Ante todo manifiesta su extrañeza y admi– ración de que la comunidad no se hubiera dirigido directamente a sus superiores legítimos y de que la solicitud no hubiera sido firmada por los moradores del Seminario. A nuestro modo de ver esta conducta de la comunidad sanluqueña estaba justificada pre:. cisamente por la oposición de los superiores de la provincia. Fi– nalmente, es sintomático que el actual provincial presente en Ro– ma, P. Casimiro Fernando de Sevilla, en el elogio fúnebre del P. Colindres, pronunciado e impreso dos años antes, pasara por alto toda su actuación a favor de los Seminarios 150 • Sin embargo, el custodio P. Jerónimo de Almonaster, elegido provincial en 1777, erigió un nuevo seminario para coristas en Granada inspirándose en las ordenaciones del P. Colindres; pero, aun prescindiendo del hecho que estaba reservado para los estudiantes 15 1, no hay que olvidar que para aquellas fechas la aprobación del Papa estaba en vigor y la presión de la corte de Madrid era irresistible. Este cambio de impresiones con los delegados de las provin– cias de España ayudó a los recién elegidos superiores de la Orden a orientarse objetiva y definitivamente hacia la solución que debían de proponer a las autoridades superiores. Al ponerse sobre el tapete el aplazado problema de la aprobación de las ordenaciones, fueron cinco los contendientes que, por lo menos idealmente, to- 1 4 8 Azpuru a Manuel de Roda, 2 febrero de 1768: Arch. Emb., leg. 212, n.14. Rechazamos, por excesivamente severo, el siguiente juicio: « La provincia no lo cr2yó necesario ni conveniente, porque contaba con 316 misioneros, queridos y ce– lebrados... Puesto el Colegio bajo la real protección y en opuesta pugna con el criterio de los superiores, no hizo más que crear dificultades en la provincia sin fruto, porque sus famosos misioneros no salieron de esta institución» (JUAN B. DE ARDALES, La Divina Pastora y el Bto. Diego, 400 nota 1). 149 Véase más arriba. 15 0 Cf. CASIMIRO FERNANDO DE SEVILLA, Oración fúnebre, Sevilla 1766. 1s1 APCA, Libro 2º de Capítulos, f.190.

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